Con diferencia, el más predilecto de los temas que trabajo dada su amplitud y siendo pilar fundamental de la percepción sobre el devenir de una humanidad. Las particularidades en estas épocas de la sociedad del cansancio, del gobierno y producción de sí sin espacio a la negatividad, el auge de esta heterotopía de información y virtualidad que obliga a repensar los imaginarios, prejuicios y en general la comprensión de lo que hacemos y entendemos con y por los infantes.

Así bien, mi ejercicio sociológico no es más que un intento por vislumbrar lo que aspiramos a hacer de lo infantil, las tensiones derivadas de una infancia pensada, intervenida e impuesta paradójicamente desde su contraposición adulta y las experiencias e intentos de autodeterminación que dichas infancias procuran hacer de sí mismas.

Un intento de reducir la angustia colectiva por la exposición inevitable de su población más joven a ese gran «Otro de perversiones» que responde a una pervivencia de prácticas culturales y constructos sociales caducables, válidos para una época y lugar determinados que como es de esperarse da cuenta de la realidad relativa y de la incertidumbres que nos compone, inclusive a nivel cuántico.

Pero también una comprensión del devenir de la adultez en tanto resultado ineludible de la evolución de una determinada niñez, la añoranza por un retorno a una infancia ideal, una evasión a la responsabilidad y el cuidado de sí, el rechazo al compromiso explícito de asumirse como parte funcional dentro del sistema social evidente en las actuales corrientes preponderantes que tienen en crisis a instituciones que suponíamos básicas de una sociedad como lo la familia, el estado o la religión.